lunes, 26 de abril de 2010

Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor “del fuego”

Alguien me dijo que no es casual…que desde siempre las elegimos. Que las
encontramos en el camino de la vida, nos reconocemos y sabemos que en algún
lugar de la historia de los mundos fuimos del mismo clan. Pasan las décadas
y al volver a recorrer los ríos esos cauces, tengo muy presentes las
cualidades que las trajeron a mi tierra personal.

Valientes, reidoras y con labia. Capaces de pasar horas enteras escuchando,
muriéndose de risa, consolando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes,
ingenieras de la cocina, cantautoras de canciones de cuna.

Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de “un fuego”, nacen
fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan,
recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan,
se conduelen.

Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones,
el patio de un colegio, el galpón donde jugábamos en la infancia, el living
de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de
alarma de que alguna nos necesita o ese tesoro incalculable que son las
quedadas a dormir en la casa de las otras.

Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un exámen, o para
cerrar una noche de cine. Las de “vente el sábado” porque no hay nada mejor
que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta
cansarse. Las de adultas, a veces para asilar en nuestras almas a una con
desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en abrazos, en mimos,
en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana. A veces para
compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas.

El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez
no imaginada…y sin embargo…detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.
Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos.
Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para
toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena.
Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar.

Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no.

Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de
seguir. Bailamos con una pareja, pero la danza más lograda la hicimos para
nuestros hijos al enseñarles a caminar.

Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y
de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas. Hicimos el
amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos
protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos.

Entonces…los cuerpos dieron cuenta de esas lides, pero todas mantuvimos
intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí
estamos, que seguimos estando y nunca dejamos de estar.

Porque juntas construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde
nuestro edificio recién se empezaba a erigir.

Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más
risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes.

Y en aquel tiempo también lo éramos, sólo que no lo sabíamos. Hoy somos
todas espejos de las unas, y al vernos reflejadas en esta danza cotidiana,
me emociono.

Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor “del fuego”
que deciden avivar con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio,
tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca. Como toda la vida.


Para todas las brasas de mi vida, las que arden desde hace tanto, y las que
recién se suman al fogón. También para las que hoy no están tan cerca pero
entibian la vida.


Simone Seija Paseyro
Uruguaya

viernes, 23 de abril de 2010

jueves, 15 de abril de 2010

miércoles, 14 de abril de 2010

MEMORIA ESPACIO /TIEMPO

MEMORIA ESPACIO /TIEMPO















Memoria Espacio Tiempo

Revisando mi trabajo observo que siempre la naturaleza es la protagonista principal de mi quehacer pictórico. Quizás sea esto consecuencia de la necesidad de identificarme con mi entorno inmediato, y reconocerme como parte de el. Tal vez debido a la certeza de ser parte de un espacio singular: El Perú. Mi casa, la tierra.

La serie de pinturas que presento constituyen parte de la obra a la que he consagrado años de mi vida sintetizando momentos de reflexión y de diálogo interno entre lo que siento presiento. intuyo...

En el caminar de estos tiempos , hemos tenido que aceptar los cambios que esta sufriendo nuestro planeta., que afectan a la vida en su completa dimensión y que nos han hecho tomar conciencia, de que vivimos lo vivo y con la vida.

Nuestra psiquis se está adecuando a la inminencia de la transformación. Ante el avasallante cambio que pone a prueba nuestra condición de humanos que somos, nuestra fragilidad frente a la naturaleza se pone en evidencia... ¿qué podemos hacer ante el hecho de que todos nuestros problemas y las soluciones que planteamos son ínfimos en comparación a la dimensión de la naturaleza? Nada… sino tratar de ser flexibles y adaptarnos a ello.

Muchos escritos sabios ya habían avizorado estos procesos... pero nuestra arrogancia bloqueó el entendimiento de nuestro corazón, cegando nuestra razón y adormeciendo nuestra conciencia... hoy, contemplo el mar, los desiertos y las montañas como si fuera por primera vez, grabando estas sensaciones en mi memoria, donde no existe el adentro ni el afuera , siento el tiempo en muchas de sus múltiples dimensiones. soy parte de un todo.

Nuestra geografía responde a cada paso que damos sobre ella. donde nuestros ancestros dejaron su huella y arte mostrándonos lo que lo podríamos pensar y sentir... a través de una realidad que existe, se transforma y se hace cuerpo en nuestro paisaje interno: memoria, sensibilidad y misterio

Nuestra cultura animista vive y siente los espíritus de nuestro pueblo en tiempo presente, en primera persona y en el nosotros... donde la memoria ancestral está activada, trasmitiendo valores espirituales que entrecruzándose generan lo único que puede redimir en estos tiempos al ser humano: El Ayni (reciprocidad.) Una de las formas más nobles para vivir en armonía con la naturaleza.

En nombre de este legado, de tiempos inmemoriales, me permito ofrecer con mucho amor esta serie de pinturas, a Roymi, mi hija, y a Francesca, mi nieta, un hálito nuevo de vida en este mundo. Ellas, así como yo, heredamos el compromiso de entrega y pasión por lo que creemos y hacemos. Por la única realidad que nos puede permitir ser iguales, la vida en su holística dimensión.

Lucy Angulo Lafosse

Artista Plástica
L
ima- Perú -2010

MEMORIA ESPACIO /TIEMPO

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